Carta abierta a un estudiante de periodismo
Este es un resumen/transcripción/adaptación de algunas de las ideas expuestas durante una charla ante estudiantes de periodismo de mi antigua facultad, la Universidad Autónoma de Barcelona.
Hola a todos,
Pido perdón de antemano por la diferencia horaria. Aquí son las 7:30 de la mañana del lunes, así que si en algún momento me encontráis espesa, ya sabéis cuál es el motivo.
Lo primero, hacer un breve repaso a mi trayectoria. Yo también estuve en esas aulas, tuve de profesor a Santiago Tejedor entre muchos otros y también me acabé licenciando de periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona. Hice prácticas en El País y en la Agencia EFE. Después hice el máster en Televisión de Televisión Española y entré a trabajar principalmente en la televisión pública. Después de muchos años encadenando contratos temporales me enteré de la vacante en la corresponsalía de RT Russia Today en Español para España/Europa. Envié el currículum, hice las pruebas y me escogieron. Unos años después la directora me propuso la corresponsalía aquí en Washington DC. Dije que no, luego dije que sí pero sólo un par de años y aquí estoy, ya llevo más de cinco y con marido e hija gringos. Durante mi tiempo en RT he sido directora de diversos documentales y programas especiales, tres de ellos premiados aquí en Estados Unidos y recientemente he publicado un libro ensayo periodístico sobre este país titulado ‘Esclavos Unidos. La otra cara del American Dream’ y que es un buen regalo para estas Navidades.
Ahora vayamos al asunto en cuestión. Nos pidieron una charla para dar ánimos, para motivaros. Me parece bien, voy a hacerlo, pero también me gustaría dar lugar a la reflexión. He escrito algunas cosas que considero importantes para esta intervención que, a mi juicio, es un poco un fallo en la matrix. Una corresponsal del temido canal de propaganda rusa invitada ni más ni menos que a hablar a estudiantes de periodismo. Por si no vuelve a suceder, ahí va lo que tengo que deciros.
En resumen, la cosa está muy jodida. Eso es malo, pero también es bueno. A nivel general, básicamente vivimos en un marco económico y político neoliberal que, a diferencia de lo que se nos intenta vender, siempre va a tender a empujar al periodismo a la precariedad. Sirva como ejemplo la reciente huelga del New York Times. Si esto sucede en el diario de la élite de la metropolis de esta aldea global, imaginad el presente y el futuro que le depara al resto. No es ninguna casualidad que algunos de los que estamos hablando en esta jornada porque podemos vivir de esto, lo hagamos desde medios públicos.
La realidad es que, desde lo privado, no se quiere a una prensa que verdaderamente sea contrapoder de dicho marco neoliberal, sólo que lo refuerce, incluso cuando parece que lo está criticando. Es una especie de disidencia controlada y necesaria para apuntalar el sistema. Que nunca se os olvide que, la mayor forma de censura y de mordaza en capitalismo es el dinero, la financiación. Y la financiación conlleva intereses, es decir, una línea editorial que sirva a quien pone el dinero. Todos los medios tienen línea editorial, sin excepción, es por eso que, para que se den contrapesos reales a nivel informativo las necesitamos todas. Es imprescindible. Os dirán bueno, también existen los medios comunitarios, aquellos que sólo se financian según sus lectores… es cierto. Pero son muy pocos y muy pocos logran tener una vida larga. Y por otro lado, no son pocos los que se venden así pero detrás tienen grandes donantes que no revelan. En Estados Unidos por ejemplo The Intercept, que supongo que lo conocéis por ser el medio que sirvió com plataforma para publicar los documentos clasificados obtenidos por Edward Snowden, actualmente tiene a un multimillonario detrás aunque estén permanentemente pidiendo a los lectores contribuciones.
Llegados a este punto, supongo que los multimillonarios no financian medios simplemente por un alarde de justicia social, ni siquiera simplemente por poder. El principal motivo es porque se garantizan que ellos no sean escrutados. Es, simplemente, autoprotección. Y esto aplica también para los que no tienen detrás a multimillonarios, pero sí fondos de inversión. Seguro que os explican que el New York Times, volviendo a ese ejemplo, es un referente al que aspirar. Lo que no estoy tan segura es de si, a la vez, os explican qué son Vanguard o BlackRock y cuál es la conexión entre que las informaciones del New York Times siempre apuesten por las guerras teniendo a un fondo de inversión detrás que a su vez participa en las principales empresas armamentísticas estadounidenses. O que el New York Times jamás publique análisis estructurales y realmente críticos del problema de la vivienda o le ponga cara a los incontables desahucios de este país teniendo también un fondo de inversión dedicado a especular masivamente con esa crisis. Y cuando hablo de incontables desahucios lo digo literalmente. Este país, ese que nos venden como el modelo al que aspirar, el país de los datos, no tiene un conteo oficial federal, general, de los desahucios que se llevan a cabo.
Volviendo al tema que nos ocupa. ¿Esta situación general en los medios en qué se traduce? En precariedad pero quizá, lo más preocupante, es en el descrédito de los medios. Se le echa la culpa a la desinformación, a las redes sociales en general, a la propaganda ajena, a la falta de educación etcetera pero la realidad es que quienes más han contribuido al descrédito del periodismo y a la desconfianza que la ciudadanía tiene hacia los medios han sido los propios medios, los propios periodistas. Sirviendo a esos intereses neoliberales, pretendidamente o a veces porque no hay otro remedio debido a esa precarización que, como digo, se utiliza como arma contra los profesionales.
Y aquí es donde, mientras muchos lo ven todo muy negro, sobre todo quienes viven aferrados a puestos cómodos en esa prensa tradicional o aquellos que pretenden seguir replicando las mismas recetas de siempre, yo lo veo como una oportunidad para vosotros, que sois el futuro inmediato de la profesión. No os dejéis llevar por las burbujas ombliguistas de algunos ‘popes’ del periodismo que siguen diciendo que mira qué buenos somos y jamás van al barrio a preguntar a la gente qué piensan del periodismo. El periodismo está en la mierda pero el periodismo siempre va a ser necesario y siempre, de manera natural, van a surgir contrapesos más o menos poderosos al sistema, cualquiera que sea en el que vivamos. En este sentido, tenéis la enorme responsabilidad de arreglar o incluso refundar la profesión. ¿Cómo? Me encantaría tener la fórmula mágica. No la tengo: lo que sí sé es que pasa por dos cualidades: honestidad y pensamiento crítico.
Aquí viene la parte que quizá muchos estéis esperando: hablar de mi trabajo en el canal donde trabajo. Voy a recordar, porque supongo que siendo estudiantes de periodismo la mayoría lo sabéis, que trabajo en una televisión que no puede verse en España. Que está completamente censurada. No sólo lo que se está emitiendo ahora, sino el pasado del canal. Todo mi trabajo de los últimos ocho años, incluyendo esos documentales y especiales premiados en los propios Estados Unidos son inaccesibles en ese paraíso de la libertad que nos venden que es Europa y a nivel mundial a través de Youtube. La mayor plataforma de difusión de videos tiene borrado el archivo del que, cuando esto sucedió, era el canal internacional de noticias en español más visto en esa plataforma, en Youtube. Yo soy consciente de lo que os han debido de decir para justificar todo esto. Es un canal de propaganda, Putin básicamente escribe los guiones de los centenares de periodistas que trabajan en todos los canales de RT porque Putin puede escribir miles de directos cada día no sólo en ruso sino en español, árabe, inglés o francés; publica desinformación, sea lo que sea que signifique eso porque la verdad la definición varía siempre en función de quien la dé y nunca aplica para uno mismo… Sea como sea, en estos momentos, os están privando de comprobar por vosotros mismos si eso que os dicen que es el canal para el que trabajo es verdad o no.
Yo podría remontarme a cuál es el origen de esas acusaciones, esos informes elaborados por la inteligencia estadounidense que como sabéis nunca nunca miente ni tiene intereses espurios y por qué Bruselas necesita replicar las órdenes recibidas desde Washington en pro de mantener el sistema neoliberal con epicentro aquí en Estados Unidos pero tampoco quiero aburrir al personal. Simplemente os voy a decir una cosa: comprobadlo todo por vosotros mismos. Los rusos usan VPNs, los chinos usan VPNs. Europeos, estudiantes de periodismo, usad VPNs. No hay mejores coberturas o análisis de Ucrania que las que están haciendo indios o iraníes. No hay mejores análisis del declive europeo que el que hacen compañeros latinoamericanos. Es difícil que haya periodismo más libre sobre lo que pasa en este país, Estados Unidos, que el que pueda hacer alguien desde un medio ruso. Vivimos en un mundo multipolar, pese a que haya quien todavía se resista a ello. Leed, comparad, analizad. Sobre todo leed y seguid a aquellos con los que a priori podáis no estar de acuerdo. Sobre todo, buscar la información que os prohíben conocer. Y a partir de ahí utilizad vuestro pensamiento crítico y guiaros por la honestidad del interlocutor. Sed capaces de argumentar por vosotros mismos y no por lo que os digan respecto a algo que no habéis podido comprobar, tened vuestras propias ideas. Vuelvo a repetir lo que os dije hace un rato: todos los medios tienen línea editorial, todos, sin excepción. Todos sirven a intereses. Por lo tanto, también es imperativo desconfiar.
Desconfiad de quienes os hablen de Anna Polikovskaya o Alexei Navalny pero jamás de Pablo González, Javier Couso, Daria Dugina, Julian Assange, Edward Snowden, Michael Hastings o Leonard Peltier. Desconfiad de quienes citen religiosamente informes elaborados por la inteligencia de determinados países mientras jamás se hacen eco o tachan de propaganda sistemáticamente las informaciones de la inteligencia de naciones consideradas enemigas. Desconfiad de quienes os digan no leáis, no escuchéis, no veáis, no viajéis, no comprobéis, no preguntéis. Sois periodistas o por lo menos pretendéis serlo y el periodismo no es sólo un trabajo o una profesión sino prácticamente una forma de vida.
Por el contrario, cambiad ese recelo por amabilidad y generosidad ante la ciudadanía, ante a los que sistemáticamente se les niega la voz, ante los que nunca son protagonistas. En mi caso son los esclavos unidos. En vuestro caso, serán otros. Pisad calle. Siempre, siempre, pisad calle. Que vuestra agenda sea lo que veis, escucháis, analicéis y estudiáis. Huid de ser simples predicadores de estudio, croma o incluso apartamento. Que la calle sea vuestra propia agenda, más allá de la propaganda que constantemente empuja el sistema o de la burbuja donde el sistema pretenderá que viváis en caso de ser un comunicador mínimamente exitoso. Mi agenda, mi objetivo profesional, está marcado cada mañana más por los sin techo que viven en las cinco tiendas de campaña que hay alineadas frente a mi oficina o la jeringa tirada en el suelo en la parada donde tomo el autobús que cualquier discurso que Joe Biden pueda soltar más tarde. El objetivo no es otro que el siguiente: jamás olvidar el shock inicial de darme cuenta, al llegar aquí, que la realidad que viven la mayoría de los estadounidenses dista mucho de lo que se nos intenta vender mediáticamente. Ya no digamos en las ficciones o lo que consumimos en Netflix.
Para finalizar, deciros que me tenéis siempre disponible en redes, ya sea en Twitter, Telegram, Facebook o a través de mi dirección de correo. Cualquier duda sobre lo que he dicho o reclamo, podéis hacérmelo llegar. Incluso cualquier insulto que creáis conveniente, en esto último, como objetivo a batir de diversas operaciones de inteligencia online tengo un máster, así que no me escandalizo fácilmente. Mucha suerte y siempre, pase lo que pase, tened muy claro quienes sois.