Libertad de expresión vs. noticias falsas
Transcripción de mi exposición en el panel con el mismo nombre celebrado en Tegucigalpa, Honduras
A mi me gustaría para ilustrar mi intervención hablar de dos personas. La primera es Julian Assange y su libertad después de más de una década de calvario judicial.
Todos debemos alegrarnos de que por fin esté libre, pero también es cierto que cabe un análisis más profundo de lo que ha sucedido, puesto que su libertad es agridulce. Ha llegado después de que se haya tenido que declarar culpable sin haber cometido otro delito que hacer periodismo y contar la verdad.
Assange es culpable mediante la ley de espionaje estadounidense y, tras esta sentencia, se sienta un peligroso precedente jurídico en el que básicamente se acepta que cualquier periodista debe de ser juzgado y condenado en el momento en el que destape la guerra sucia del imperio, la corrupción institucional. Es decir, todo lo que de verdad importa. El caso Assange es una advertencia para el resto.
Esto es una prueba más de que el imperio estadounidense nunca ha dejado de ser peligroso y está más vivo que nunca. De hecho, si han seguido la resolución del caso, a Assange se le ha juzgado en las islas Marianas. Unas rocas ahí en medio del Pacífico, más cercanas a Filipinas y Japón que a EEUU, pero donde Washington puede imponer su ley. No olvidemos, además, que la propia jueza reconoció que las revelaciones de Assange no ponían en peligro a ninguna persona en particular. Es decir, contrariamente a uno de los ataques que se utilizaron contra él, Assange sólo puso en peligro una cosa: la impunidad imperial de Estados Unidos y de su sistema.
Es en este marco, y no debemos olvidarlo, en el que ejercemos la libertad de prensa y la libertad de expresión. Una libertad que tiene un límite: exponer las entrañas reales de los delitos de Estados Unidos.
A mi me gustaría que eso se tenga muy en cuenta y que también, al igual que hubo una campaña mundial para liberarlo, ahora haya una campaña para que sea perdonado, para que Assange no sea culpable y por lo tanto el resto no seamos potencialmente culpables.
Es en estos límites en los que ejercemos pero además ejercemos en un marco y unas reglas del juego que están viciadas.
El principal marco es el capitalismo. No hay un mayor instrumento para acabar con la libertad de expresión y la libertad de prensa que el no tener financiación en un sistema capitalista. Esto supone que todos los grandes medios hegemónicos sin excepción se deban al sistema y estén comprometidos con el sistema. Pertenezcan a fondos de inversión, se deban a juntas de inversores, algo completamente alejado del periodismo pero sin embargo completamente a los mercados que se deben a una economía controlada por Estados Unidos. Como se decía, todos los caminos conducen a Roma. En este caso, todos los caminos conducen a Wall Street. O a BlackRock, etc.
Cuando un medio se debe al sistema, es imposible que vaya a exponer o criticar al sistema que lo sostiene, lo cual entra en profunda contradicción con el derecho a recibir una información veraz y completa.
Es en este marco, donde las alternativas comunicacionales son imprescindibles no sólo para recibir toda la información sino para plantear cualquier tipo de transformación o incluso cambio sistémico. Son muy importantes los pequeños medios alternativos que sin embargo luchan económicamente para poder sobrevivir y que muchas veces acaban en manos de grandes donantes o directamente de millonarios a los que les gusta la crítica gubernamental y del sistema siempre que no les vaya a perjudicar a ellos mismos. No es de recibo que medios como The Intercept, por ejemplo, se deban a un señor de Silicon Valley.
En este sentido, son también muy importantes, yo diría que imprescindibles los medios de comunicación públicos de contrapoderes geopolíticos al sistema liderado por Estados Unidos. Estoy hablando por ejemplo de Telesur. También de la cadena para la que trabajo, Russia Today en Español. Yo soy corresponsal en Estados Unidos y precisamente porque trabajo para RT puedo hacer según qué periodismo y tratar según qué temas. Puedo pasar una semana en la reserva indígena de Pine Ridge y denunciar sus condiciones, puedo ir a Puerto Rico y hacer un especial sobre los efectos de la militarización estadounidense en Vieques, puedo hablar sobre Assange y otros temas que desafían al poder sin cortapisas. Algunos me conocen por Twitter, ahora X. Yo puedo tuitear sin miedo porque tengo un medio de comunicación que me da la libertad de hacer eso desde las entrañas del imperio. Todo esto es inconcebible en un periodista de cualquier medio tradicional hegemónico. Simplemente no pueden hacerlo y, quienes lo hacen, suelen ser periodistas independientes que normalmente destinan más energía en su día a día en poder llegar a final de mes.
Yo estoy hablando en general pero aquí en Honduras sois muy conscientes de hasta qué punto el sistema y las oligarquías controlan los medios. Aquello de la revolución, de la rebelión no será televisada. Por lo tanto, hay que ser muy conscientes de la importancia de las alternativas mediáticas.
He hablado de los límites, del marco viciado pero también de las reglas. ¿Dónde nos informamos, quiénes lo habilitan? En un mundo de redes sociales y de plataformas online hay que tener en cuenta qué son esas redes sociales y quiénes están detrás de esas plataformas online. Estados Unidos, el imperio. Podría hablar de cada una de ellas pero entonces me extendería demasiado voy a tomar como ejemplo Youtube, que pertenece a Google. La mayor plataforma de vídeos del mundo es un instrumento al servicio del gobierno de Estados Unidos. Fijaos sin son importantes esas alternativas comunicacionales que planteo y fijaos si Estados Unidos lo sabe que, en un momento dado, Youtube prohibió mundialmente RT, la cadena para la que trabajo, sin necesitar ningún tipo de orden judicial, sin haber violado ninguna directriz de la plataforma, simplemente y por el mero hecho de la situación geopolítica. Esto supuso no sólo que ya no se pudiera acceder a RT en esa plataforma sino lo que para mi fue lo más grave y la principal intención detrás de esta medida: el borrado del archivo. Mi cadena ha jugado un papel importantísimo a la hora de documentar los procesos de cambio social y político en América Latina, los procesos de liberación. Ese archivo, esa historia de los pueblos latinoamericanos se esfumó por esa vía. Como dijo el ministro Ricardo Salgado el otro día: “nos quieren obligar a olvidarlo todo”. No se me ocurre mejor ejemplo que este de Youtube para ilustrar que las reglas están completamente viciadas y que ya va siendo hora de dejar de ir a rebufo de ellos, que es imprescindible no sólo apostar por cualquier alternativa comunicacional sino cualquier medio para comunicar la información que sale de esas alternativas.
Este panel también trata sobre las llamadas noticias falsas. Llegados a este punto, más que las noticias falsas en sí, a mi lo que me preocupa es el uso perverso de este concepto por parte de las propias oligarquías para establecer la censura. Un ejemplo muy claro son las empresas o medios establecidos oficialmente como de fact check, de verificación de noticias. De entrada, las noticias se verifican, si no están verificadas no se publican, forma parte del periodismo. Es decir, alguien ha decidido, normalmente dinero venido de Estados Unidos o acuerdos con la oligarquía de turno, que haya un medio o periodista que esté por encima de todos los demás vigilando qué es o qué no es noticia. Se está utilizando la lucha contra las noticias falsas, por ejemplo en España, para que empresas de verificación con intereses detrás digan cosas como que un soldado ucraniano haciendo claramente un saludo nazi no está haciendo un saludo nazi sino que se está estabilizando. O que las capacidades cognitivas de Biden estaban perfectas y que lo que todos hemos estado viendo con nuestros ojos eran bulos de la derecha, de trumpistas, incluso desinformación rusa. Valga tener en cuenta por ejemplo el caso del portátil de Hunter Biden, destapado poco antes de las pasadas elecciones estadounidenses. Se tachó de desinformación rusa, se censuró en redes sociales y se negó, no sólo en los medios hegemónicos, sino por parte de oficiales de inteligencia. El portátil de Hunter Biden, hijo del actual presidente, era una realidad.
Es decir, se está utilizando el fenómeno de las noticias falsas para censurar información, para dar poder a determinadas agencias de noticias por encima de los demás y lo que es peor, para habilitar leyes que sirvan de instrumento de censura, como la nueva ley europea que, aseguran, va a servir para todo lo contrario.
¿Cómo luchar entonces contra las noticias falsas? Yo empecé diciendo que iba a hablar de dos personas. La primera fue Assange. La segunda es Francisco Morazán, quien dijo: “La educación es el alma de los pueblos y abono de los ejércitos de la libertad”.
Creo que no hay mejor forma de combatir las noticias falsas que educar a la ciudadanía, recordar la historia, hablar claramente del sistema, de sus reglas, de sus consecuencias y sobre todo educar a los periodistas. Vivimos en un mundo donde los periodistas aprendemos en universidades que nos educan desde el marco pre establecido, nos dicen cómo hacer periodismo desde un modelo sistémico, dentro del redil capitalista. Yo apuesto a porque se eduque una nueva generación de profesionales que sean críticos, que sean muy conscientes del papel crucial que cumplen en la sociedad y de que puedan llegar a tener condiciones materiales que les permitan ejercer con la mayor libertad posible por y para el pueblo. No es fácil, pero no es imposible y nadie dijo nunca que la tarea fuera para cobardes.
Yo temí lo mismo, que el reconocimiento de culpa pudiera un sentar un precedente jurídico; pero he leído en algunos sitos (y de expertos fiables) que ese reconocimiento de culpabilidad no puede generar ningún tipo de precedente jurídico que el Estado pudiera alegar en futuros problemas de este tipo. En fin, como todo en Derecho, seguro que hay muchas interpretaciones, pero esta que aludo parece ser que es la mayoritaria. Muchas gracias por tu trabajo, siempre tan interesante.